El edificio Mario Laserna de la Universidad de los Andes, con 37.637metros cuadrados, cuenta con 8 pisos, 3 sótanos, 56 laboratorios, 19 salones, 2 salas de micros para trabajo individual, 1 sala de micros para trabajo grupal, 6 salas de micros para clases, 1 sala de aprendizaje activo, 36 salas de estudio grupal, la Biblioteca General Ramón de Zubiría y un auditorio con capacidad para 600 personas.
Con estas cifras se dimensiona la magnitud del proyecto; la complejidad de su programa que en una misma edificación presenta espacios con usos muy distintos y con condiciones técnicas muy precisas pero desarrollados con una misma identidad, según el plan propuesto de trasladar las facultades de ingeniería (civil y ambiental, industrial, mecánica, eléctrica y electrónica, química, sistemas y computación) a un solo edificio y así rendirle homenaje al programa académico con el que inició la Universidad de los Andes.
Teniendo la misma intención se le llamó “Mario Laserna”. Como señala el rector Carlos Angulo, “esta es la primera vez que se identifica un edificio con el nombre de una persona que está viva y además de fundadora vinculada a la institución, (hace parte del Consejo Directivo)”; pero la excepción vale la pena pues para quienes se han formado allí, Mario Laserna es el papá de la universidad.
Como bien lo señala el rector, este y otros desarrollos recientes que ha emprendido la universidad desde 1997 han dejado interesantes resultados como el edificio Aulas, diseñado por Mauricio Pinilla.
Los edificios H y B del arquitecto Daniel Bermúdez; el edificio J de Fernando de la Carrera; el Q de Billy Goebertus y el edificio Centro de Prácticas de la Facultad de Medicina por las arquitectas Piedad Gómez y Luisa Pinto, los cuales obedecen a un proceso de expansión concertado con la dirección de Planeación de la universidad que dirige Claudia Velandia y de Planta Física que lidera Camilo Cruz.
El resultado es que en muy pocos años la Universidad de los Andes ha doblado la capacidad de su planta física.
Así pues, cuando la Universidad de los Andes, en cabeza de su rector, planteó el proyecto del edificio Mario Laserna, se convocó un concurso público de arquitectura abierto a todos estos profesionales del país, que tuvo como jurado a Billy Drews, Ernesto Jiménez, Hernando Vargas y al chileno Juan Sabbagh.
El ganador fue Javier Vera, en asocio con Marco Aurelio Montes, Óscar Mesa y Gabriel Jaime Giraldo. Para Vera fueron tres años de arduo trabajo y de viajes constantes a Bogotá, pues su centro de operaciones está en Medellín.
Contó con el apoyo de una comisión designada por los Andes, compuesta por Pedro Gómez, Billy Drews y el propio rector, quienes realizaron un acompañamiento a lo largo de todo el proceso de diseño y construcción de la obra.
Vera menciona cómo se consultaron todas las instituciones que tenían que ver con la normatividad de la zona para que el resultado se ajustara a las normas.
Se mantuvo la cota de altura establecida por el Ministerio de Cultura, al mismo nivel del antiguo edificio W donde funcionaba la Facultad de Ingeniería y se atendió el requerimiento sobre los retrocesos laterales de la edificación.
Para el arquitecto era claro que el Eje Ambiental debía prolongarse en el edificio, lo cual sucede a través de lo que él llama “La calle del saber”, que comunica esta con el nivel de acceso, mediante una escalinata que se extiende hasta el interior, hacia lo que en realidad es el segundo piso del edificio.
Allí se generó un vestíbulo o lobby de gran altura, donde visitantes y estudiantes cuentan con un punto de información, y el acceso principal a la Biblioteca Ramón de Zubiría desarrollada en cuatro niveles, al auditorio, a las oficinas de profesores e investigadores, a una serie de laboratorios, entre otras dependencias; y claro está, a los niveles superiores a través de escaleras eléctricas y ascensores.
En los seis pisos siguientes se fueron combinando distintos usos en algo que Pedro Gómez en su momento describió como “meter una pequeña ciudad en un solo sitio”.
En el piso 3 se concentran laboratorios, oficinas de profesores e investigadores, espacios para asistentes graduados y la Biblioteca Ramón de Zubiría que va hasta el cuarto piso donde predominan los laboratorios.
En el quinto piso se destacan la cafetería de estudiantes y un buen número de aulas, que también cuentan con una presencia importante en el piso seis. Mientras tanto, en los niveles 7 y 8 se situaron las áreas administrativas y directivas.
Para Vera el edificio es como “una maquinita a la que le salieron unos volúmenes”.
En esa medida la apariencia del edificio exhibe un aire industrial, ya que se dejaron a la vista todos los sistemas que lo dotan de la más alta tecnología y que según el rector obedece a un proyecto de reforma de la educación en ingeniería que supone una renovación del pregrado, un fortalecimiento del posgrado y, a la postre, una nueva manera de enseñar y de aprender estas disciplinas.
Para mencionar solo un elemento de su vanguardia tecnológica está la cámara anecoica, que permite simular un espacio abierto pero libre de contaminación electromagnética.
Pero el edificio no podía leerse solo como un conjunto de redes, por lo que el trabajo del arquitecto fue el de armonizar los requerimientos técnicos, con los aspectos bioclimáticos, que ayudó a definir Jorge Ramírez, junto con consideraciones de diseño para que cada espacio, a pesar de su especificidad, fuera leído dentro de una unidad.
Para el arquitecto la meta del diseño consistió en inscribir el edificio dentro de una línea moderna clásica con cierta contemporaneidad.
Se eligieron materiales que le trasmiten solidez a la obra, como el concreto que sale de la tierra como un basamento, configura su estructura y evoluciona en los volúmenes que se posan sobre la misma.
También se destacan sus amplias superficies vidriadas que se complementan con sus muros de ladrillo color cocoa. Ya en su interior hay que destacar la combinación de un lenguaje industrial con sus muros y entrepisos con estructura de concreto a la vista atravesados por ductos de instalaciones y por cableados estructurales.
Materiales y otros detalles
También hay que resaltar sus puentes o circulaciones transparentes y otros materiales como el granito que se dispuso en sus pisos y la madera como recubrimiento de muros y techos.
Sobre una obra de esta magnitud situada en un entorno como el centro, el arquitecto señala: “no hay que sentir temor de que lleguen estos ‘objetos nuevos’; creo que generan una dinámica distinta. Son como piezas que deben casar en un rompecabezas”.
Y como pieza de ese ajedrez, el edificio Mario Laserna llega a un entorno bastante definido en el que se destaca a un costado el Eje Ambiental y al fondo la “pared verde” de los Cerros Orientales a los que la construcción se abre en sus niveles quinto y octavo, en donde terrazas ubicadas en sus costados norte y sur permiten que el edificio se convierta en un mirador privilegiado.
De igual manera, el piso quinto se constituye en un punto estratégico, pues desde este nivel, el Mario Laserna se conectará a través de un puente metálico con la universidad a partir de una nueva construcción diseñada por Daniel Bermúdez, que será la sede de la Facultad de Economía.
A nivel de la propia institución, el edificio Mario Laserna también es especial, pues nunca antes se había emprendido una obra de tal magnitud con una inversión de 118.000.000.000 ( US$60 millones) de pesos y una partida adicional de 6.200.000 dólares para equipos.
Como señala el arquitecto, “el edificio se convirtió en la gran puerta de entrada de la Universidad de los Andes, ya que esta contaba con varios accesos pero ninguno era emblemático ni se había planteado como un punto que recibiera a los estudiantes”.
Fuente: Habitar
La Universidad de Los Andes esta entre las 10 mas prestigiosas e importantes de Latinoamerica y su sede es Bogotà D.C. – Colombia
Para su arquitecto Daniel Bonilla, asumir el encargo que le hizo la Universidad de los Andes le representó desarrollar un proyecto con un programa mixto que debía albergar las oficinas de la Facultad de Administración, 11 salones de posgrado, 2 salones del MBA, biblioteca especializada, galería de exposiciones, aula magistral para 135 personas, salón de conferencias, restaurante y 409 cupos de estacionamiento.
El proyecto que se desarrolló en un lote de 3.600 metros cuadrados cuenta con un área total de 24.000m2. y una inversión aproximada de 36.000.000.000 de pesos.
Allí se destaca el trabajo del arquitecto ante cada uno de los espacios que componen el proyecto, sobre todo para responder con una factura de altísimo nivel tanto en los seis pisos de estacionamientos con los cuales comienza el edificio, hasta llegar al nivel 10 donde este remata en una terraza-jardín.
Su área de estacionamiento se concibió en dobles crujías hacia las fachadas oriental y occidental, las cuales se relacionan verticalmente mediante una rampa central de doble sentido.
La operación vehicular se plantea como un sistema de movilidad sin cruces donde los automóviles ingresan por la calle 22 y la salida se realiza por la calle 21.
Como agrega el arquitecto, este sistema está diseñado de tal forma que el ingreso y salida de vehículos se pueda invertir en caso de que en el futuro se llegaran a alterar los sentidos de las vías.
En cuanto a la concepción espacial del proyecto, surge de un volumen prismático compacto en el que se destaca su juego con las fachadas.
De cara al occidente y al oriente, se caracteriza por su lenguaje acristalado a partir de vidrios de matiz verdoso y persianas de aluminio donde intencionalmente no se diferencian con facilidad las áreas de salones y oficinas respecto a las de estacionamiento, esto debido al interés de que el edificio se no se “leyera” como un parqueadero.
Mientras tanto, la condición de pantallas estructurales de las facha das norte y sur se tradujo en un lenguaje de planos cerrados.
Estas superficies se perforaron con vanos circulares que propician la entrada de luz y, además, le ofrece a quien recorre el edificio de manera inesperada diferentes vistas de la ciudad.
Por contraste con las otras dos fachadas, estas se plantearon con un acabado oscuro a partir de paneles metálicos de aluminio compuesto de color café de 6mm de espesor, instalados sobre un sustrato de mampostería.
A este prisma se accede a través de una plazoleta. Ya en el interior del primer piso, el visitante se encuentra con un espacio que puede prestar múltiples servicios, como el de galería de arte o espacio de eventos.
Lo interesante es que el lugar se puede modular mediante paneles de 1.20 x 4.80 metros, que van sujetos al techo a través de postes de hierro.
Después de los seis primeros niveles de estacionamiento el visitante llega al séptimo piso donde las áreas de salones, oficinas, y demás servicios para los estudiantes se organizaron de manera perimetral alrededor de un patio central interno que garantiza la entrada de luz al edificio.
Desde allí se manifiesta el manejo interesante de los materiales y se observa cómo estos contribuyen a darle personalidad a esta sección del edificio y a delimitar sus espacios.
Para la muestra, el trabajo en madera que determina el área del patio en el que se dispusieron unos bambúes y varias bancas largas en teca.
Allí también se destacan los cubículos de estudio dispuestos dentro de un gran rectángulo recubierto de fórmica naranja que le aporta color al lugar.
Y si de texturas se habla, también están las de los muros en bloque de concreto abusardado ocre, gracias a su agregado de arena y cemento blanco, que combina con los pisos en piedra Royal Beta.
En los niveles 7 y 8 se encuentran los salones de posgrado que se
han diseñado alrededor de un podio donde se disponen todos los controles para que el profesor accione las ayudas tecnológicas con que se han dotado estos espacios.
Las aulas se agrupan alrededor de un patio que se cierra mediante una persiana en madera de teca tejida sobre una estructura metálica tubular que delimita los corredores y combina el paso de la luz y el aire con una sensación de intimidad.
Este elemento le aporta mucha calidez al espacio y aquí Bonilla le pone nombre y apellido a la obra, al crear “pieles” con los materiales para vestir el edificio y enriquecerlo con sus texturas, siguiendo la línea de diseño que caracteriza la mayoría de sus obras.
Ya en el nivel 9, se encuentran las oficinas de la Facultad de Administración y en el 10, la biblioteca, el restaurante y el salón de conferencias.
En esta última planta el edificio remata en una terraza-jardín que invita a disfrutar el lugar. Desde allí la vista a Monserrate puede ser sobrecogedora.
El edificio, como lo destaca el rector, lleva el nombre de Julio Mario Santo Domingo porque “la institución quería señalar y poner como ejemplo el gesto del empresario al donar la suma de 24.000 millones de pesos para implementar el programa “Quiero estudiar”, mediante el cual se les costea todo su programa académico a jóvenes sin recursos que estén aceptados en alguno de los programas que ofrece la universidad”.